Dos señoras radiantes
el cambio de hora, la losa de la discordia, tres mujeres entre dos patios, la artista que escucha a los materiales y un par de recomendaciones literarias
El tiempo cambia y nosotras con él. Es así de simple. Este fin de semana hemos dormido una hora menos, sí, pero hemos recuperado —por fin— las ganas de vivir. Abril nos regala una hora más de luz para pasear, quedar con las amigas, tomar algo en una terraza o salir de una expo y que aún no sea de noche. El cambio de hora nos ha traído la primavera y, con ella, una agenda llena de planes que se abren como amapolas. Así arrancamos: radiantes, emocionadas y con muchas ganas de compartir exposiciones, festivales, libros y eventos contigo. Todo eso (y más) lo encontrarás cada semana en nuestra nueva Agenda, que está funcionando de maravilla.
Aprovechamos para darte las gracias por estar aquí desde el principio, y si acabas de llegar: bienvenida. Esta temporada venimos frescas y con ganas de contarte cosas, como el mal rollo que ha habido entre una galería, una fundación y dos artistas —sí, se ha liado —; también hablaremos de una exposición entre dos árboles, de una artista que nos flipa y te dejamos un par de recomendaciones para Sant Jordi, el mejor día del año.
💥 la noticia
Lo que comenzó como un mero experimento artístico, ha terminado siendo un auténtico culebrón que curiosamente ha pasado bastante desapercibido. Os ponemos en contexto: en la newsletter de febrero os hablamos de la exposición La Preñada de la artista Stella Rahola Matutes y el arquitecto Roger Paez en la galería Fuga; en ella, se exponía una losa de mármol que la artista había rescatado del Pabellón Mies van der Rohe y que, durante los días en que estuviese abierta la muestra, se iba a ir cuidando y humedeciendo con el objetivo de que de ella brotase vida. Pues bien, al final lo que ha brotado ha sido un conflicto monumental.
La cosa es que, el mismo día de la inauguración, la artista recibió una llamada desde el Mies amenazando con mandar a la Guardia Urbana para llevarse la losa, que ella creía de su propiedad —¿a quién pertenecen los deshechos de otro?— y cerrándose a cualquier tipo de negociación con la galería, a la que además trataron con muchísimo desprecio. Hasta aquí nada sorprendente: una institución grande siendo un poco bully con una galería emergente. El problema es que la galería no tenía ni idea de que la pieza no pertenecía a la artista, y ahora viene lo fuerte: ante semejante situación, los artistas decidieron que preferían llevarse bien con la Mies y desentenderse de Fuga, dejando además el espacio inutilizable durante meses porque, parece ser, no tuvieron ni el detalle de pasar a recoger la instalación. Nosotras no vamos a posicionarnos, no sabemos qué motivos han llevado a los artistas a tomar las decisiones que han tomado, aunque obviamente las formas no hayan sido las correctas. Escuchamos pero no juzgamos. Simplemente nos hacemos una pregunta: cuando hay problemas de este tipo, ¿quién debería hacerse cargo?
🌳 la exposición
Imagina una exposición en un vestíbulo. Miras a un lado y ves un algarrobo; hacia el otro, un olivo. Hay lugares que no necesitan ninguna estridencia para destacar y la Miró es uno de ellos. Sert proyectó un edificio impecable, blanco, racionalista, con grandes patios que recogen la luz y muchos árboles. Una arquitectura que no impone: acompaña. Este año, la Fundación cumple 50 años y para celebrarlo nos han preparado un buen festín. Pero antes de la gran fiesta, nos ofrecen un pequeño pero sabrosíssimo bocado. Se trata de Entre dos patis, una propuesta comisariada por Martina Milà que recupera tres exposiciones que tuvieron lugar entre los 70 y los 80, durante los años de la segunda ola feminista. La exposición no solo reivindica aquellas propuestas hechas por mujeres, sino que las pone como ejemplo de resistencia femenina desde lo íntimo, lo material y lo personal.
En la primera muestra, Fina Miralles presentó la exposición Paisaje (1979) con una serie de obras en las que eliminaba la pintura típica de un género demasiado tradicional, centrándose en un uso más libre del lienzo y los bastidores. Por su parte, Susana Solano presentó Esculturas y Dibujos (1980), con una serie de objetos creados a partir de materiales que tenía a mano, como trozos de maderas y telas unidas por hilos y puntadas. Para acabar, Eva Lootz expuso Arenas (1986), un proyecto en el que experimentó con los distintos comportamientos de la arena, haciendo que se desbordara, se amontonara y lo cubriera todo. En distintos momentos, las tres supieron encontrar en la Miró un lugar donde sentirse respetadas y acogidas, un espacio que les permitió huir del academicismo y poder crear en total libertad.
Esa es la esencia del Espai 10: en lugar de nostalgia, revisión; en lugar de ruido, escucha. Pero también regeneración y crecimiento, por eso nace A la sombra de dos árboles, un espacio de mediación diseñado por la joven artista y curadora Helena Laguna Bastante, quien nos invita al reposo, en un espacio de escucha activa que recupera el legado de esos árboles que lo han visto todo y que, con un poco de suerte, todavía pueden enseñarnos algo. Puedes ir, hasta el 18 de mayo en la Miró.
🌿 la curiosidad
El nombre no es casual. Entre dos patis hace referencia al antiguo Espai 10, una sala luminosa con grandes ventanales que daban al patio del olivo y del algarrobo. Hoy ese lugar lo ocupa la tienda de souvenirs, pero durante años, entre árboles y luz natural, se presentó el trabajo de decenas de artistas jóvenes. Proyectos que nacían con más intuición que certezas, y que con el tiempo se convirtieron en parte de la historia de la Miró. En 1989, con la reforma del edificio firmada por Jaume Freixa, el Espai 10 cambió lugar, pasando a ser el Espai 13 y mudándose al sótano. Pero su espíritu — experimental, atrevido y un poco gamberro — sigue intacto.
🪵 la artista
En un mundo donde las pantallas nos bombardean con imágenes hasta el punto de que ya no vemos nada, la obra de Eva Lootz nos pone los pies en la tierra. Esta artista austríaca, afincada en España desde 1965, lleva décadas explorando la relación entre naturaleza, lenguaje y territorio, preguntándose qué hay detrás de lo que damos por sentado. Más conocida por sus esculturas, ha trabajado también con la instalación, el dibujo, el grabado, la fotografía y el vídeo, siempre construyendo un discurso sobre la memoria, el tiempo y los problemas esenciales del ser humano. Sus obras, hechas de materiales como mercurio, carbón, arena o madera, no son solo formas bonitas: son preguntas incómodas sobre lo que escondemos bajo la alfombra. Y es que Lootz ha mirado donde nadie quiere mirar y nos recuerda cosas como que los minerales que hacen posible que ahora mismo tengas un smartphone entre las manos no caen del cielo, sino que se extraen con sangre, sudor y devastación; o que el agua, ese derecho básico, se está convirtiendo en un privilegio.
Pero Lootz no solo habla de materia, sino también de lenguaje. A lo largo de los años, ha reflexionado sobre cómo las palabras moldean nuestra relación con el mundo, igual que los materiales esconden historias que pocos quieren contar. Sus obras, llenas de nudos, hilos, prótesis y cuerdas, nos recuerdan que todo está conectado: la explotación de los recursos, la invisibilización de ciertos cuerpos -por lo general, femeninos- y la desaparición de lenguas en territorios marcados por el colonialismo. Mientras nos venden el metaverso y el futuro digital, Lootz nos agarra del brazo y nos recuerda que el mundo no es solo una pantalla infinita llena de imágenes vacías: es materia viva que necesitamos tocar, nombrar y recordar.
📖 la recomendación
Antes de despedirnos, queremos aprovechar que este mes se celebra el día más bonito del año para compartir con vosotras un libro cada una.
Si alguna vez has sentido que volver a casa es más raro que irse, Me fui como una tormenta de Sara Herrera Peralta te va a tocar la fibra. A través de la escritura y el bordado, la autora hila memoria, miedo y fracaso mientras sigue los pasos de la artista Louise Bourgeois y su propia historia familiar. Publicado por consonni, este libro no es solo una novela, es un viaje de regreso (y no precisamente del business) a lo que fuimos, a lo que queremos recordar y a lo que todavía duele.
Por otro lado, María Gainza escribe desde un lugar que conocemos bien: el de alguien que ha pasado mucho tiempo mirando obras de arte, pero también observando su propia vida con cierta distancia. El nervio óptico habla de arte sin caer en el academicismo, y muestra lo íntimo sin ser cursi. Su voz tranquila e inteligente cuenta — en primera persona —la historia de una mujer que trabaja como guía y vive en Buenos Aires. Cada capítulo parte del encuentro con una obra de arte o un artista, y a partir de ahí se despliega una mezcla de historia del arte, episodios de su vida personal (relaciones, enfermedad, maternidad, ansiedad) con reflexiones sobre la vida y la obra de artistas como El Greco, Alfred de Dreux, Rothko o Félix Vallotton, por decir algunos. Ideal si te van las historias de mujeres que narran desde lo aparentemente pequeño, que acaba siendo en realidad profundamente simbólico.


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