Dos señoras en la Manifesta
un mapeo, nuestras recomendaciones y todo lo que necesitas saber (o no) sobre la bienal de arte de la que todo el mundo habla
Estos días es casi imposible abrir Instagram sin encontrarnos con vídeos de un montón de telas kilométricas colgando de los techos de las Tres Xemeneies, fotos de las verdes y relucientes baldosas de La Ricarda o las geometrías racionalistas de la Editorial Gustavo Gili. Tu amiga no falla en etiquetar: @manifestabiennial. Parece ser que todo el mundo ha ido, pero nadie sabe muy bien qué es, por eso hemos decidido hacer esta newsletter especial donde aclaramos dudas y os damos cuatro recomendaciones para mitigar el fomo.
🤔 ¿Qué diablos es Manifesta?
En pocas palabras, es una franquicia perteneciente a una fundación privada holandesa que tiene como objetivo ser una plataforma de diálogo entre el arte y la sociedad, y que toma la forma de una bienal nómada que celebra cada edición en una ciudad diferente, buscando adaptarse a las realidades locales de cada lugar; o al menos esa es la idea.
Después de pasar por Zúrich, Palermo, Marsella, Pristina y hasta por Cartagena, la Manifesta llega ahora a una Barcelona que está hasta el moño de los grandes eventos internacionales. En vez de tratar problemas crónicos como la gentrificación, la privatización del espacio público, el acceso a la vivienda, el turismo y la precariedad en el sector cultural, lo que hacen es eclipsarlos con iniciativas de escaparate que buscan deslumbrar, sin ofrecer soluciones duraderas. Sin ir más lejos, este mismo año ha desaparecido el Centre d’Art Maristany de Sant Cugat –una de las principales sedes de la bienal– por falta de recursos, pero ¿a quién le importa realmente la cultura, verdad?
Más allá de estas problemáticas, esta edición de Manifesta abre otros melones importantes que nos afectan a todas. Está claro que la sostenibilidad es el tema central de las nuevas generaciones dada la crisis ambiental que amenaza nuestras vidas (socorro); también sabemos que es importante plantear soluciones respecto a la democracia cultural y hacer el arte accesible para todo el mundo (a ver cómo lo hacen); y obviamente tenemos que pensar en una redistribución de los recursos equitativa en un contexto de desigualdad desorbitada, pero no sabemos hasta qué punto hablar –y hablar y hablar y hablar y hablar– sin actuar, sirve de algo. Aunque, con un presupuesto de más de ocho millones de euros, quizá sí.
El futuro nos dirá si toda esta movida, que se despliega en 12 ciudades agrupadas en tres clústeres (sí, nosotras también odiamos esta palabra), dejará algún poso o si simplemente servirá para que los ojos nos hagan chiribitas durante tres meses, y luego, vuelta a lo de siempre. De momento, vamos al lío, que aquí en realidad hemos venido a contarte lo que creemos que te puede interesar.
💥 clúster 1: equilibrando conflictos
Como muchas ciudades, Barcelona crece desmesuradamente sin tener en cuenta la protección de sus escasos recursos naturales. Un claro ejemplo es el Delta del Llobregat, una zona amenazada por el plan de ampliación del aeropuerto, que pone en riesgo terrenos naturales y espacios verdes. De llevarse a cabo, las consecuencias serían fatales para la biodiversidad, la calidad del agua y las especies locales. The Liberation of Animals from their Cages IV de Lin May Saeed propone, en forma de fábula, una serie de actos de cuidado sobre nuestra manera de relacionarnos con los animales, una revolución que según sostiene Rebecca Solnit, se define por la empatía y el compromiso con la convivencia.
En este contexto, el clúster equilibrando conflictos destaca la importancia de encontrar la armonía entre crecimiento y conservación. Su sede principal se sitúa precisamente en la Casa Gomis, una villa racionalista emblemática que desaparecería si se aprobara el plan en cuestión. En ella encontramos una serie de obras que abordan distintos conflictos como Detention de Larry Achiampong, sobre los encarcelamientos, las luchas raciales y migratorias; la serie La Playa de Carlos Pérez Siquier, quien capta con sus fotografías irónicas y grotescas, la identidad visual del sector turístico, basado en los grandes volúmenes y bajos costes; o Para construir un jardín necesitamos un trozo de tierra y la eternidad del chileno Enrique Ramírez, quien ve encuentra en el jardín un lugar de resistencia.
También tenemos ganas de ver Solar de Mos Maiorum, una performance inmersiva y ritualística sobre la soberanía del negocio de los paneles solares en campos agrícolas y de participar en las Heliofilas de Lola Lasurt, unos paseos coreografiados inspirados en las salidas de Els Amics del Sol, en los que se invita a los espectadores a danza, paseo y comida.
🌿 clúster 2: cuidar y cuidarnos
Este clúster piensa en la cultura como herramienta para sanar, y pone el foco en la importancia de cuidarnos entre nosotras y también a nuestro entorno, porque ¿cómo vamos a estar bien si el mundo a nuestro alrededor se desmorona? El epicentro es el monasterio de Sant Cugat, una abadía benedictina del siglo IX donde se despliegan un conjunto de obras que exploran la relación entre cuerpo y mente así como nuestra conexión con el mundo natural que nos rodea. Destacamos la pieza Liquid Transfers de Diana Policarpo, sobre la historia y usos tradicionales del cornezuelo, un hongo un poco chungo que ha causado múltiples incidentes de intoxicación masiva desde la Edad Media hasta la era moderna; la instalación Temple du soin de Marie-Claire Messoume Manlanbien, un pequeño templo de sanación y renovación basado en conocimientos ancestrales y remedios naturales; y el monumental tapiz de Fanja Bouts, en el que propone una reflexión existencial sobre el papel de la humanidad en la devastación del planeta.
Más allá de Sant Cugat, el clúster se expande también por Granollers, donde os proponemos visitar la instalación Essaim de Félix Blume en La Porxada -siempre y cuando no os de miedo el zumbido de 500 abejas polinizadoras- y la instalación Sculptured in Darkness de Hugo Canoilas en los jardines del Museu de Ciències Naturals.

🛸 clúster 3: imaginando futuros
Las zonas de sacrificio son áreas donde la población y el entorno sufren daños graves y continuos debido a la actividad industrial. El tercer clúster, articulado a lo largo del río Besòs, encuentra su sede en les Tres Xemeneies, las enormes estructuras de hierro y hormigón que han sido a la vez alimento y amenaza para sus vecinos. Cerca de La Mina, se han registrado históricamente múltiples protestas, desde las manifestaciones contra el polvillo negro hasta las actuales denuncias contra la especulación. Viendo el lugar como una oportunidad, Manifesta ubica la tercera sede entre ruinas industriales, un lugar donde dar voz a los vecinos, reivindicar el papel de las mujeres en su historia y reunir a los extrabajadores de la térmica, con encuentros y brindis.
Pero hay cosas difíciles de ignorar: contaminación atmosférica, aguas no seguras y un paisaje alterado. Carlos Bunga presenta La irrupción de lo impredecible, un conjunto de pinturas y esculturas que emanan del suelo y del techo, invadiendo la nave. Recorriendo las diferentes alturas encontramos la instalación when women strike the world stops de Claire Fontaine, que habla por sí sola, y Arrow of Time 2 de Emilija Škarnulytė, quien nos lleva directamente a la central nuclear de Ignalina, muy parecida a Chernóbil. Por su parte, Asad Raza rompe el cristal de las ventanas y da forma al viento con Prehension, una instalación que une el continente africano con el Mediterráneo.
Nos queremos apuntar a los talleres de ecoprint y macramé que hacen en Badalona, visitar la cárcel del M|A|C Mataró, donde Maya Watanabe explora los espacios en estado de transición, a través de la grabación de una fosa común en Liminal y el CIBA de Santa Coloma, donde Rosa Tharrats y Gabriel Ventura presentan el riu era verd i blau i groc, una performance fílmica que incorpora largos paseos, talleres de poesía y la creación de esculturas de tela por parte de personas muy vinculadas al río.
🐸 la gustavo gili
Aunque no forma parte de ninguno de los malditos clústers, la antigua sede de la Editorial Gustavo Gili es el centro de operaciones de la Manifesta 15, de obligada visita. Primero, para ver el edificio por dentro. Segundo, porque también hay un par de instalaciones que valen la pena, como la vídeo-instalación Aljubs i Grups de Claudia Pagés o Chef Mbixi de Agnes Essonti Luque. Y de paso os podéis dejar la paga en algunos de los libros que tienen a la venta los de la librería Finestres, cosa que siempre es un planazo.
💘 información práctica
El evento dura 3 meses así que no te agobies, pero tampoco lo dejes para última hora. Aquí te dejamos algunas cosas que has de saber, sí o sí, para organizarte bien:
Duración. El evento dura hasta el 24 de noviembre, es decir, tienes dos meses para visitar las 12 ciudades: es tiempo, pero no te cuelgues.
Ubicaciones. Hay 16 espacios distribuidos en 12 ciudades. Lo bueno es que, además de los lugares de exposición que ya conocemos, han abierto edificios históricos y sitios que normalmente están cerrados al público.
Precio. Lo que te cuentan es que hay una única entrada que vale 15€ y te permite acceder a todos los espacios durante la bienal, sin límite. Lo que no te cuentan es que esa entrada es para las tres sedes principales —la Casa Gomis, el Monestir de Sant Cugat y las Tres Xemeneies— y que todas las demás sedes son gratis. Mírate también los descuentos, que el carnet de bibliotecas lo tienes seguro.
Visitas mediadas. Si todavía no te ha quedado claro de qué va, puedes apuntarte a alguna de las visitas gratuitas que organizan cada semana.
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